Mantenimiento: Limpiar las defensas
Más fácil de lo que aparenta
Unas defensas limpias dicen mucho en favor del propietario del barco. Su regular mantenimiento es bien sencillo y apenas requiere unos minutos de dedicación combinando unos pocos productos baratos y sencillos de encontrar. No hay excusa para no mantener las defensas impecables.
Empecemos diciendo que las defensas más limpias y brillantes nos están esperando en las estanterías de las náuticas. Estos accesorios no son eternos y renovarlos, ni que sea parcialmente cada año, no requiere un desembolso espectacular. Hay excelentes defensas de tamaño medio rondando los 20 euros.
Dejada esta primera consideración sobre la mesa y volviendo a las defensas que cuelgan de los guardamancebos de cada barco, la primera recomendación para conservar su mejor aspecto es actuar con regularidad. No se trata de limpiar todas las defensas cada semana, pero siempre es posible darle una fregada a una de ellas –las más sucia- aprovechando un baldeo general del barco. Pasar a la acción cuando todas las defensas ya presentan un aspecto lamentable es . . . lamentable.
Las únicas ventajas de tener las defensas sucias como pingajos son que los vecinos de amarre intentarán mantenerse tan lejos de nuestro barco como puedan y que serán las últimas que se llevarán consigo los amigos de lo ajeno, aunque las olvidemos toda la semana sobre el pantalán.
Pasar a la acción
Con agua y jabón se limpian la mayoría de suciedades superficiales en las defensas. No hacen falta más explicaciones sobre las labores del cubo, el jabón y la esponja.
Para las grasas más tenaces, los ‘quitagrasas’ en espray –KH7 es la marca pionera- cumplen muy bien con su cometido. Con estos quitagrasas hay que tener un poco de paciencia. Se han de aplicar y luego esperar unos minutos para dejarlos actuar.
Una alternativa a los quitagrasas son los espráis genéricamente llamados ‘limpiahornos’, de venta en cualquier supermercado o gran superficie. Son especialmente efectivos contra las grasas resecas y bastante cómodos de utilizar, pues solo requieren rociar su espuma, esperar 10 minutos y limpiar con esponja, agua y jabón. Su efectividad es similar a los quitagrasas con pulverizador, ganando la partida en la comodidad de su auto-limpieza.
Cuando la suciedad no sale por las buenas hay que utilizar métodos más expeditivos. Uno de los primeros que recomendamos son los pulimentos para pintura con partículas abrasivas. Normalmente se venden para renovar el lustre a superficies pintadas, pero también dan un excelente resultado sobre el PVC de las defensas. Los hay de marcas náuticas y también son fáciles de encontrar en tiendas de accesorios de automoción.
Hay que diferenciar entre estos pulimentos abrasivos y los pulimentos que solamente limpian y añaden brillo. Los primeros tienen un tacto ligeramente áspero que se comprueba frotando una gota entre los dedos. Los segundos son tratamientos embellecedores, pero no aportan ninguna capacidad de limpieza.
Para aplicar el pulimento, lo mejor son los paños de algodón. Es un tipo de producto que requiere bastante energía en su aplicación, pues no disuelve la suciedad, sino que la elimina a base de frotar, lo que requiere repetidos movimientos circulares. Quienes vieron hace décadas la película ‘Karate Kid’ saben de lo que hablo; “dar cera, pulir cera”.
Un escalón por encima -en eficacia- del pulimento están los productos para limpiar manchas de asfalto, alquitrán y resinas. Es un tipo de limpiador bastante común en comercios de automoción. Estos productos tienen una alta eficacia limpiando defensas y los encontraremos en pote, en botellas con pulverizador o en espray.
La suciedad más recalcitrante
Las manchas más tenaces y temidas en las defensas son esas costras de ‘miel’ endurecida que se formar en los extremos superiores y que pueden llegar a escampar su tono marrón claro por todo un lateral e incluso dejar el casco –siempre el propio, nunca el vecino- manchado con una costra de suciedad especialmente resistente.
Hablando con especialistas del ramo, no he encontrado unanimidad sobre el origen de esta capa de grasa tan tenaz. Unos dicen que es una condensación de la grasa que flota en el ambiente. Otros afirman que es una descomposición que rezuma el propio PVC de la defensa expuesto al sol y sometido al ‘estrés’ de las defensas frotando con fuerza en puerto.
Me convence más esta segunda opinión, pues tengo la intuición de que las defensas que siempre quedan más aquejadas de este problema son las centrales en el casco. Las que más trabajan. Y también creo haber constatado que estas manchas siempre aparecen después de esas semanas invernales de fuertes y constantes vientos. Sea cual sea el origen, estas manchas pardas se han de eliminar.
En sus primeros estadios, cuando aún está pringosa, la ‘miel’ de las defensas se puede limpiar con quitagrasas. Cuando este producto tira la toalla, lo que sucede si la mancha ha secado, la gasolina puede tomar el relevo. Y cuando la gasolina va demasiado lenta, es el momento de utilizar disolvente universal.
La acetona tiene un efecto de limpieza similar al disolvente, pero es bastante más volátil y además reseca mucho el PVC. El gasoil también da buenos resultados disolviendo grasas, pero huele fatal y tiene la perversa tendencia de amarillear las defensas.
El Truco (con mayúsculas) a recordar es que, sea cual sea el producto utilizado, se ha de utilizar embebido en papel de limpieza y frotar en pequeñas áreas. El papel se colmata muy rápidamente con esta ‘miel’ pegajosa y pierde su capacidad de limpieza. Se ha desdoblar continuamente para que su superficie de contacto con la defensa esté limpia. En una defensa de tamaño medio y trabajando con el máximo economicismo de papel, se pueden necesitar tranquilamente una buena docena de hojas.
Incluso limpiando con disolvente, la ‘miel’ es muy tenaz y no se elimina como quien saca el polvo de un mueble. Las primeras pasadas arrastrarán consigo las capas más finas. Poco a poco se irán reblandeciendo las más espesas hasta convertirse en un ‘pegamento’ pringoso. Y no será hasta el final que las capas gruesas y secas, normalmente en el extremo superior de la defensa, irán rindiendo el alma. El tono pardo en la base de la costra de ‘miel’ se habrá desvanecido bastante, pero difícilmente desaparece del todo cuando se actúa demasiado tarde.
Tras estos procesos, que requieren cierta tenacidad, la defensa–casi- habrá recuperado su color original. Es el momento de pasar a la fase de ‘acabado’.
Un perfecto acabado
Los productos recuperadores, protectores y embellecedores de plásticos, tapicerías, etc. de PVC son habituales en los comercios de accesorios de automoción o grandes superficies de bricolaje. Tras una sesión de limpieza con quitagrasas, pulimento, gasolina, disolvente o acetona, las defensas agradecen como agua de mayo un ‘tratamiento de belleza’ que los recomponga su brillo y su protección a los UV. Hay productos que incluso presumen de ‘hidratar’ el PVC. Sin entrar en valoraciones científicas, se ha de reconocer que el resultado da esa impresión.
Lo más parecido a estos productos reparadores de PVC que encontramos regularmente en las tiendas náuticas son las ceras líquidas para dar lustre. No dan el mismo resultado, pero a falta de otra cosa también sirven. Estos tratamientos de acabado, aparte de proteger y embellecer el PVC, minimizan el roce de la defensas en el barco y crean una película protectora a la suciedad y a los UV, alargando la vida útil de la defensa y el tiempo durante en el cual presentará su mejor aspecto . . . . . antes de ensuciarse de nuevo.
texto y fotos: Toni Vernic
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